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Introducción




El poema épico al que hoy llamamos «Epopeya de Gilgamesh», pero que originalmente y durante miles de años fue conocido por sumerios, asirios y babilonios como «Aquél Que Alcanzó A Ver Lo Profundo», constituye la primer gran obra de la literatura universal con más de 4000 años de antigüedad. Esta historia anónima de creación colectiva, pertenece a la tradición oral sumeria y fue registrada sobre tablillas de arcilla a lo largo de tres imperios emparentados: el sumerio, el asirio y el babilónico. Hacia el año 3000 a.c., las ciudades de la antigua Mesopotamia situadas entre los rios Tigris y Eufrates hablaban dos lenguas diferentes: la sumeria en el sur y la asiria en el norte. Pese a ese predominio lógico debido al lugar de nacimiento de cada lengua, existía una gran cuota de bilingualismo al igual que ocurre en Bélgica en la actualidad. Con el paso de los siglos, la antigua lengua sumeria fue reservándose como idioma erudito, algo similar a lo que ocurre con el latín hoy en día, y la lengua asiria dominó los imperios asirio y babilónico. El idioma asirio, mucho más elaborado que el antiguo sumerio, estaba relacionado con el árabe y el hebreo y a lo largo de su evolución incorporó numerosas palabras tanto de la cultura sumeria como de otras vecinas: «Zabbilu» Cesto (sumeria), «Urraku» Escultor (sumeria), «Ugu» Muerte (sumeria), «Nibzu» Documento (aramea), «Weḫu» Oficial militar (egipcia), «Wizza» Alhaja (egipcia).


La mayoría de las tablillas de arcilla de la Epopeya de Gilgamesh encontradas pertenecen a este período de apogeo de la lengua asiria, y fueron descubiertas en la biblioteca de Nínive por Layard y Rassam en 1854. La biblioteca de Nínive fue construida por el rey Ashurbanipal (668 - 626 a.c.), y según concuerda la mayoría de los asiriólogos, llegó a albergar hasta cuatro copias de la Epopeya de Gilgamesh en tablillas de arcilla que corresponden a tres versiones distintas datadas entre el 1450 a.c. y el 600 a.c. Estas tablillas fueron copiadas en un sector de la biblioteca llamado «Escritorio», en el que los copistas eran prisioneros de guerra y prisioneros políticos, los cuales a menudo ejercían su labor encadenados. Todo hace suponer que los autores del Antiguo Testamento de La Biblia que fueron llevados cautivos a Babilonia tras la caída de Jerusalen corrieron esta suerte, tomando así contacto con dos antiguas historias sumerias: La primera es la leyenda del rey Sargón, concebido en secreto por una sacerdotiza y colocado en una cesta de mimbres para ser luego depositado en la corriente del rio que lo llevaría hasta Aqqi, la cual inspiraría la historia de Moisés. La segunda, es la leyenda del diluvio que leerán a continuación como parte de la Epopeya de Gilgamesh. Esta historia sumeria es comprobadamente anterior a la Epopeya de Gilgamesh y su original protagonista y principal sobreviviente de la humanidad tras el diluvio se llamaba Atramhasis en lugar de Utanapishtim. Una versión de la historia del diluvio anterior a ser incorporada a la Epopeya de Gilgamesh fue hallada entre los fragmentos de la biblioteca de Nínive. Algunos asiriólogos sostienen que la historia de Enkidu y Shamhat, la del hombre primitivo, también sería un relato independiente y que fue incorporado a la Epopeya de Gilgamesh con posterioridad, algo de lo que no existen pruebas pero que es muy posible.


Desafortunadamente el número de tablillas de la Epopeya de Gilgamesh encontradas en buen estado de conservación (como la que ilustra la portada de este libro) es ínfimo. Debido a ello la obra tuvo que ser editada desde su descubrimiento con fragmentos de diferente procedencia. Lo que hoy se conoce como «Versión Estándar» es una edición compuesta por 73 fragmentos: 35 de la biblioteca de Ashurbanipal (Nínive), 8 de otras ciudades asirias, y 30 pertenecientes a ciudades del imperio babilónico, especialmente Babilonia y Uruk. Además de los que componen esa edición, fueron encontrándose muchos más fragmentos en diferentes ciudades hasta la actualidad.


La historia de la presente edición corresponde a mi historia personal junto a la Epopeya de Gilgamesh a lo largo de décadas. Desde las primeras traducciones inexactas e incompletas hasta conseguir las más logradas junto a los originales de escritura cuneiforme transcriptos y los 21 volúmenes del Diccionario Enciclopédico Asirio del Instituto Oriental de la Universidad de Chicago. Una de mis dos principales premisas al encarar este trabajo fue la fidelidad con los originales. La Epopeya de Gilgamesh es una historia estupenda. Jorge Luis Borges escribió: "Tal vez no sólo cronológicamente es la primera de las epopeyas del mundo. . . Diríase que todo ya está en este libro babilónico". El tener una gran historia para contar es a menudo una tentación demasiado fuerte para quienes disfrutamos escribiendo. Muchas traducciones de la Epopeya naufragan desde su comienzo al hacer literatura propia en lugar de respetar lo que los originales dicen. También suele suceder la catástrofe al traducir con la intención de que ciertos simbolismos no muy claros en los originales parezcan tal o cual cosa a gusto del imaginativo pero irresponsable editor. La segunda premisa que me he planteado fue no permitir que la sintaxis de nuestra lengua con su fuerza gravitacional devore los mensajes de la obra. Lograr esta segunda meta me ha mantenido años pensando la problemática de la sintaxis en una traducción atemporal y ha influido como un diluvio en mi poesía personal. La sintaxis de los asirios no poseía puntuación y solamente usaban un espacio que equivalía a nuestro salto de línea. Finalmente arribé a una nueva sintaxis neutral, reduciendo la puntuación al mínimo indispensable para su comprensión, al igual que lo hago en mis poemas desde hace años. Por ello, el invitar al lector a leer en una sintaxis neutral a la cual no está acostumbrado es en este caso tanto un desafío como una necesidad. Las ediciones de la Epopeya de Gilgamesh en las que se acomoda la historia en interminables cuartetas como si fueran los Versos Sencillos de José Martí terminan por complicar su comprensión en lugar de facilitarla. La rítmica musical del original no está en 4 sino en 2 y las excepciones son constantes. Especialmente la interrupción de los diálogos al dividir todo en estrofas de cuatro versos es algo que los asirios jamás hubieran hecho. En esta edición escrita en una sintaxis neutral, muchas de las oraciones parecerán elaboradas por alguien que no habla bien nuestra lengua, pero es el precio a pagar para que no se pierdan tantos mensajes importantes a manos de la fuerza gravitacional de nuestra sintaxis y su escala de valores en la cual la Epopeya de Gilgamesh no fue creada. Por ejemplo:


Gilgāmeš ana Enkidu ibrišu

ṣarpiš ibakkīma irapud ṣēra


Gilgamesh por su amigo Enkidu

lloró amargamente vagando por el desierto


La edición que están a punto de leer fue elaborada con las siguientes tablillas y fragmentos: la Versión Estándar, la Versión Babilónica Antigua, la Tablilla de Nippur, la Tablilla de Pennsylvania (Gilgamesh P), la Tablilla de Yale (Gilgamesh Y), la Tablilla de Hattusa (Imperio Hitita), las Tablillas de Tel Harmal (antigua Shaduppum), la Tablilla de Ishchali (Tablilla de Chicago o Tablilla Bauer), la Tablilla de Sippar, la Tablilla de Ur, la Tablilla de Baghdad (Babilonia Antigua) en sus transcripciones originales y especialmente en las traducciones al inglés de los asiriólogos Andrew R. George, Morris Jastrow & Albert T. Clay, Maureen G. Kovacs, además de las citas textuales del Diccionario Enciclopédico Asirio del Instituto Oriental de la Universidad de Chicago.


Cabe destacar también como característica de mi traducción la unificación de nombres propios. En su viaje por el tiempo a través de diferentes imperios y culturas, los nombres de los protagonistas han ido cambiando. Teniendo en cuenta que cualquier versión de la Epopeya de Gilgamesh es inevitablemente una edición, creo que es imprescindible la unificación de los nombres para su completa compresión, algo que no siempre sucede en las traducciones. El nombre del mismísimo Gilgamesh aparece en los originales de distintas maneras según las diferentes versiones como Bilgames, Gishgamesh, Gishbilgamesh, y por ejemplo la diosa Aruru, creadora de la raza humana junto a Ea, figura en muchas traducciones en la parte final como Belet-ili por tratarse de tablillas de diferentes períodos aunque se refieren al mismo personaje. Otro punto de importancia a la hora de traducir la Epopeya recae en la corporización de las constelaciones. Los pueblos de la antigua Mesopotamia utilizaban los mismos términos para referirse a las contelaciones y a su mitológica corporización en la tierra. El término asirio «Alu» («Mulguana» en sumerio) se utilizaba tanto para la constelación de Tauro como para su corporización terrenal en la forma del Toro del Firmamento, mientras que «Zuqaqīpu» («Mulgirtab» en sumerio) significaba tanto los componentes estelares de la constelación de Escorpio como su corporización terrenal en la forma de los Hombres-Escorpión. En su primera aparición en la siguiente edición de la Epopeya serán denominados como «Toro del Firmamento de la constelación de Tauro» y «Hombres-Escorpión de la constelación de Escorpio» para luego ser llamados «Toro del Firmamento» y «Hombres-Escorpión». Otra palabra que creo que es interesante aclarar previamente es el término náutico «Botador». Un botador es una larga vara utilizada desde las primeras civilizaciones para impulsar las embarcaciones, apoyándola sobre el sedimento y empujando hacia adelante. Actualmente aún se emplea el botador en Argentina para impulsar canoas por los Esteros del Iberá, entorno mucho más agradable que las temibles Aguas de la Muerte que sorteó Gilgamesh.


Un aspecto histórico que cabe recalcar es que el derecho de pernada (ius primae noctis), por el cual un noble tiene derecho de poseer sexualmente una mujer antes que su marido, ya no existía en la cultura sumeria y por eso escandaliza hasta al salvaje Enkidu. De hecho en su legislación ya poseían incluso el divorcio legal, algo que nuestra cultura moderna recién consiguió establecer a fines del siglo XX. Esta Epopeya que no era en lo más mínimo sagrada, sino una historia popular para ser contada y transmitir claros mensajes éticos equivalentes a otras escrituras que le sucedieron, es un poema de tiempos anteriores a que las tres grandes religiones monoteístas impusieran el poder fáctico de su patriarcado machista en la mayor parte del mundo. Mientras que en los libros sagrados de dichas religiones modernas ningún postulado o enseñanza de una mujer parece haber valido el esfuerzo de ser siquiera registrado, el rol de la mujer en la Epopeya de Gilgamesh es fundamental. Desde la diosa Aruru creadora de la humanidad o la diosa Ninsun madre de Gilgamesh hasta personajes tan terrenales y capitales como la prostituta Shamhat que civiliza a Enkidu el hombre primitivo más allá de la tarea para la cual fue contratada. En contraposición con la Eva bíblica que es la figura que ofrece a Adán la manzana de la perdición, Shamhat por el contrario es defendida al instante por el dios Shamash cuando éste reprende severamente a Enkidu que delira maldiciéndola frente a la muerte para finalmente comprender cuan erradas eran sus palabras de desesperación y rectificarse. La otra protagonista principal es la tabernera Siduri. Creo que no es casualidad que la sabiduría del conciso monólogo de Siduri sea la pieza clave de la Epopeya de Gilgamesh, anticipándose miles de años al Carpe Diem del poeta Horacio. Aún cuando Gilgamesh continúa el viaje en su necesidad interior de llegar hasta Utanapishtim el distante, éste último no hace más que corroborar la verdad revelada con brevedad y sabiduría por la tabernera, algo que el mismo Gilgamesh admite con su frase: "Si simplemente hubiera dado la vuelta y dejado la barca en la orilla". Para entender en su totalidad la importancia de Siduri en la Epopeya hay que explicar de antemano que dichas tabernas eran sitios con una reputación bajísima, tal es así que las mujeres dedicadas a la vida monástica tenían rigurosamente prohibida su entrada en ellas bajo pena de muerte. Y la tabernera Siduri es quien devela el misterio de la vida y de la muerte al impetuoso y arrogante rey Gilgamesh, que en un principio amenazaba con tirar abajo la puerta de la taberna.


Las pruebas señalan que la Epopeya de Gilgamesh es una historia anónima y colectiva nacida de la tradición oral sumeria, y que siendo testigo de la aparición de la escritura, fue evolucionando para ser al fin registrada en muchas versiones sobre tabletas de arcilla. Presentados los hechos arqueológicos, abro un pequeño paréntesis para mi teoría de su autoría como una posibilidad. Tras una vida leyéndola y analizándola, no me cuesta ningún esfuerzo el suponerla como una historia creada por prostitutas y taberneras en medio de una labor similar a la de las tradicionales geishas orientales, en la que captar la atención de clientes por medio de cuentos significaba sencillamente el medio natural de subsistencia. Tal vez, el hecho de suponer que la primer gran historia de la literatura universal haya sido creada por mujeres, sea efectivamente un esfuerzo muy grande para mentes demasiado amoldadas al actual patriarcado que a fuerza de Shamhats y Siduris se agrieta día a día.


He decidido no incluir notas al pie para no desviar la atención del lector. Las once tablillas de la Epopeya de Gilgamesh son una obra de arte mucho más que una mera pieza arqueológica. Existen largas discusiones acerca de los pesos y medidas de la antigüedad. Se presume que un «talento» de aquellas culturas no era el bíblico de 35kg sino que pesaba 1/16 de aquél (según John Marco Alegro). Se cree que una «mina» pesaba 1/6 de talento y un «kor» era una medida de capacidad que equivalía aproximadamente a 230 litros. Sin embargo, lo único que precisa saber el lector antes de leer la Epopeya, es que cuando se nombren medidas de peso, longitud, distancia o capacidad, las cifras son siempre abultadamente exageradas... El intentar encontrar veracidad histórica en la Epopeya es un camino completamente errado. Lo único que se sabe del verdadero rey Gilgamesh es que gobernó Uruk hacia el 2700 a.c. y que efectivamente fue el sucesor de Lugalbanda, aunque si nos llevamos por las escrituras tendríamos que aceptar que llegó a la increíble edad de 126 años.


La Epopeya de Gilgamesh nos demuestra a cada instante que el ser humano de hace más de 4000 años se parecía mucho más a nosotros de lo que podríamos suponer. Gilgamesh era dos tercios divinos y un tercio humano, y sin embargo, lo humano se impone constantemente a través de sus defectos y sus virtudes. La historia comienza con la soberbia y arrogancia del gobernante, y a lo largo de su crecimiento espiritual por medio del autoconocimiento frente a cada situación, va ganando en comprensión y humanismo a la vez que merma su fuerza. El miedo frente a lo desconocido, la amistad, el amor y el temor a la muerte siempre han sido aspectos naturalmente intrínsecos del ser humano. La Epopeya de Gilgamesh no es solamente la primer gran obra de la literatura universal... También es la primer historia existencialista. Gilgamesh no es héroe ni antihéroe, sino un ser humano construyéndose a sí mismo, aprendiendo de cada error, corrigiendo cada prejuicio, sobreponiéndose a sus miedos, destruyendo poco a poco su máscara social forjada por el ego y aprendiendo quién en verdad es frente a la naturaleza y a sus semejantes. El título original «Aquél Que Alcanzó A Ver Lo Profundo» no es para nada casual. La cultura swahili, también de tradición oral y que incorporó la escritura durante la ocupación británica, posee un proverbio que dice: "Jifanye mnyonge upate kujua" Degrádate para saber.


Ituzaingó, Buenos Aires - Enero de 2019

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